Llamas y cenizas podría ser también el título de este texto sencillamente porque de quien escribo, el artista fallero Manolo García, destina sus grandes obras al fuego. Nacen para ser debastadas en la «Cremá», y ese final, tan espectacular en las Fallas de San José valencianas, llena de humildad todo el ingente trabajo, esfuerzos y medidas. Mirémoslo como metáfora de la vida.
Por el trabajo exteriorizamos lo que sentimos y somos. La certidumbre de poder realizar lo que uno desea a través de una tarea, aunque sea dura y penosa, traslada a una fuente de placer. El trabajo de Manolo García no es un quehacer rutinario, sus conocimientos se ponen al servicio, no de la utilidad, sino de un saber libre y, como artista libre, él, nunca mejor expresado, renace de sus cenizas.
Con un grupo de amigos hemos visitado su taller. Nos abrió las puertas de esas inmensas carpinterías que se quedan pequeñas con lo colosal de su contenido. En distintas naves se van construyendo lo que este año, 2016, será pasto de las llamas: un gigantesco «artista fallero» creado para convertirse en homenaje de todos sus compañeros creadores, que son muchos en la región levantina.
Pasear por su taller y oír sus explicaciones de los distintos aspectos de la falla, es ir de asombro en asombro. Lo primero que sorprende es la gran estructura interna que soporta la figura de 23 metros de altura. Un laberinto de entrecruzamientos de vigas y listones que te traslada a un laberinto.
Su taller está habitado por un «Daimon» griego, por un diablo creador.
Esta figura pensada para que la UNESCO declare estas fiestas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, se ha construido por sectores y en distintas naves adosadas. En una te encuentras una pierna, en otra un brazo y pie y, más allá una cabeza. Este desmembramiento es lo más sobrecogedor. Aunque ejecutados en distintos espacios, uno sabe que en la «Plantá», todo debe coincidir al milímetro.
Manolo García solo trabaja con madera. Sus figuras son revestidas con varetas de madera de chopo u olmo, que se van clavando a las múltiples secciones internas o «rodas», Una perfecta tomografía que arma la figura.
Me cuenta el autor que en esta pieza se han usado 23 metros cúbicos de madera de chopo para varetas y 35 metros cuadrados de madera de pino para armazones y caballetes. El placer que se obtiene del trabajo bien hecho llena de alegría a su autor y contagia al visitante la alegría como forma de ser.
Al igual que una flor se separa de su tallo, la vida de estas piezas se separan del tiempo en la fugacidad de las llamas.
Pascual, como siempre tus palabras resultan bonitas de leer.
Como artista que eres, en la visita que hicimos al taller fallero de Manolo Garcia el pasado sábado, no se te escapó ningún detalle.
Ahora se lo mando al grupo de Rubielos y en especial a mis amigos Pepe y Pili que se desvivieron por hacernos pasar un día tan agradable.
Y un aplauso muy grande para Manolo García. es un verdadero artista fallero.
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