Con un libro de poemas en el bolsillo, colores, papel y pinceles, inicio un viaje mil veces repetido pero siempre nuevo en el ánimo. Casi justos cincuenta kilómetros de paseo y disfrute son los que separan la ciudad de Teruel con el pequeño y hermoso municipio de Casas Bajas. La Asociación de Acuarelistas de Teruel ha aceptado la invitación de su ayuntamiento de exponer durante la Semana Santa de 2015 sus obras en su magnífico molino restaurado para tales eventos. Contagiados por la luz primera de la primavera, los pintores nos dejamos influir por el misterio de la floración. Nuestra pasión, siempre limitada por los colores de la paleta para reflejar el alfabeto de la sensibilidad, nos arrastra a un diálogo de sentimientos, silencios y dudas.
La carretera serpentea la más de las veces junto al río Turia, por momentos se hacen tanta compañía que el fragor del agua semeja la música entretenida del automovil. La serenidad de sus orillas, las arboledas encajonadas entre riscos y montes, las luces y sombras que entre curvas y juegos aparecen y desaparecen, no dejan de recordar a nuestras propias sombras que sentimos como necesarias para descubrir el sentido de la luz.
Aunque recorro tierras valencianas, esta comarca del Rincón de Ademuz está lejana y desgajada de la comunidad a que pertenecen. Son tierras hermanas y unidas a las de Teruel y Cuenca, sujetas a su hermosura abrupta y a los rigores invernales, tan largos y prietos en estas regiones. Vivir en esta tierra es aceptarla; su horizonte, interrumpido por montes y árboles, lo percibes en las manos abiertas y en la mirada fértil de sus habitantes.
El río Turia en este valle está flanqueado al este por la sierra de Javalambre, con el vértice más alto de la comunidad valenciana, el Cerro Calderón a 1839 m. de altura, y al oeste por estribaciones de los Montes Universales. En sus aguas percibimos reflejos del paso de su historia. Pedro II de Aragón conquistó estas tierras en 1210 tomando los castillos de Ademuz y Castielfabib. El curso del río recorre casi todos los municipios que actualmente constituyen esta zona: Castielfabib, Torreblanca, Ademuz, Casas Altas, Casas Bajas. Los pueblos de Vallanca y Puebla de San Miguel, algo más lejanos al río, comparten sus cielos, veredas, nubes y el color del aire.
El rumor del río nos acompaña en los momentos de la inauguración y como va siendo habitual en estos actos de la Asociación de Acuarelistas de Teruel, pinto una acuarela en directo mostrando y explicando su proceso. La fugacidad del Turia borra el rastro de las dudas. Leer un poema de Andrés Trapiello acompasado musicalmente por el río que daba vida a este viejo molino es sentir la tradición bajo los pies.
El poema seleccionado para ilustrar y comentar en este entorno se titula Menos que nada del libro Un sueño en otro.
MENOS QUE NADA
AYER mismo tejías con tu afán
en las ramas desnudas de los árboles
el lino de los sueños,
o subías al cable, y allí filosofabas
mirando desde arriba nuestras cuitas,
estos afanes nuestros, hechos también de ramas
que han perdido y ganado tantas veces
como el mundo sus hojas. De qué modo
sostenías tristezas y alegrías
trabajando con mimo tanto aire,
panadero celeste, la levadura
de un pensar insaciable
que miraba tus vuelos y revuelos
y tus alegaciones y tus algarabías
como trajín humano.
Ay, pequeño gorrión, cuánta materia
había en tu jornada, cuánto peso
en ese corazón. Más que columna
era tu pulso, sosteniendo el sol
o metiendo la noche bajo el ala
donde tú la ordenabas con el pico,
o con el pico en alto
esparcías estrellas a lo ancho
como el que escoge trigo.
Si a mi mano viniste alguna vez,
pude dar fe de tu increíble vida,
que quemaba en los dedos como ascua.
Estas negras heladas o la vejez o el hambre,
hambre de ser y sed de tantas hambres,
te llenaron de frío, y hoy has muerto,
como hoja también, al pie de un árbol.
Al levantar tu cuerpo daba miedo
lo poco que pesabas habiendo sido tanto,
menos que plumas sólo,
menos que nada
y esa nada también, mas de otro modo,
me ha quemado las manos.
Ay, mi pobre pardal, dime tú ahora
en este desamparo
qué hará con tales manos tu poeta,
que ni siquiera a él le sirven ya
para pedir limosna.
Aunque es mediodía y la luz ya está abierta del todo como un abanico, la emoción del momento y la belleza del poema la tornan poniente, libre y, menos que nada, la luz al igual que el pequeño pájaro se posa en mi mano y muere. La luz en la paleta mendiga su origen.
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