La sugerencia de un amigo de que si me complacería dar imagen a unos textos suyos de juventud, corregidos y ampliados actualmente, hizo que me interesara por la temática. Con sinceridad me confesó que eran ligeramente eróticos pero escritos con intención poética. Le conteste cordial y muy a la ligera que sí, sin saber la dificultad que implicaría ese extraño texto tan poético y puro. Posiblemente, ahora con el libro ya en las manos, pienso que el aspecto más erótico reside en las imágenes porque la prosa poética de Joaquín Voltes la puedo definir de lírica y sensual.
El libro titulado El cielo de Marte ha ido creciendo poco a poco, a las primeras acuarelas bruscas e intensas se fueron añadiendo dibujos lineales. Por alusiones de Joaquín, estos dibujos fueron aumentando en número igualando a las ilustraciones en color.
Removí mi memoria y mi obra de otros tiempos, visualicé la serie de acuarelas Piel de Arena, desnudos superpuestos caoticamente, líneas y color creando ambivalencia visual. Acuarelas donde el dibujo es la temática. Dos de estos temas salen en el libro porque reflejan perfectamente el texto. Me he concedido un placer de pintor, y al escribir esto debería hacerlo con letra más que minúscula, al provocar en una de las ilustraciones un guiño al famoso Origen del mundo de Gustave Courbet. La parte más hermosa del libro reside en los sucesivos encuentros y momentos agradables que hemos disfrutado escritor e ilustrador. Posiblemente el libro ha sido una escusa para celebrar nuestra amistad.
Imágenes de eros en la historia son tan profusas, variadas y bellas que cualquier trabajo en este aspecto son recurrentes todos los influjos. En el Paleolítico, Grecia, Roma, Oriente…el eros ha estado presente.
Al pensar en eros se plantean cruciales distinciones y significados entre amor, sexo y eros. El hilo conductor que los une con frecuencia los confunde.
En la mitología griega, Eros, era el dios del amor, hijo de Afrodita y Zeus. Las heridas causadas por sus flechas inspiraban pasión amorosa. Adoptado en Roma como Cupido, hijo de Venus, era concebido como un hermoso adolescente portador de arco y carcaj de flechas con las cuales atravesaba el corazón de los amantes. La herida provocada por estos dardos se transformaban en llamas en la desembocadura de los cuerpos. La pasión estalla y alumbra los rincones ocultos de los gozos y deseos.
La gran diferencia entre el erotismo y el sexo, es la infinita variedad de formas que eros en la imaginación inventa. Sin embargo el sexo es de acción invariante. El amor y el erotismo derivan del instinto sexual. El sexo es el ámbito de la materia viva. Los hombres compartimos con los animales la necesidad de reproducirse con un acoplamiento sin juego. El erotismo, sin embargo, nace de la fantasía, es producto de la imaginación y la voluntad, es descubrirse desnudo en la superficie del vocabulario del tacto.
Amar o enamorarse es sentirse en el ámbito de proyección hacia la persona amada y descubrir que ésta se transforma en proyecto personal. El final perseguido, el desenlace del enamoramiento es la correspondencia de las dos personas implicadas y provocar la afinidad necesaria que permite trenzar a sus almas en convivencia.
El amor como expresión está incrustado en nuestro pensamiento también en forma de lenguaje. La trama y urdimbre del tejido amoroso encuentra en la palabra su mejor aliado: la palabra envuelta en la pasión, entrega, verdad e ilusión. Sí, pienso que el amor tiende a proyecto, eros vive en la imaginación y sexo es el espejo de la cópula.
El deseo fluye como las aguas de un río y su fragor nos hace temblar. No nos conformamos con su habitual cauce y buscamos nuevas vías donde reinventar placeres fuera de toda norma. El deseo nos empuja y juega; renace sin cesar.
Dejemos que eros nos invada y recorra la piel del día lentamente, que sus labios pronuncien palabras construidas con un vocabulario de besos desconocidos llenos de misterio y placer.
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