En el año 2011 se instalaron dos esculturas iguales en dos rotondas contiguas en la nacional 232 que permiten el acceso a la ciudad de Alcañiz desde Zaragoza. Pensadas, creadas y alzadas como símbolo identificable del Bajo Aragón: el olivo.
Construidos en acero corten se elevan a una altura de ocho metros y mi esfuerzo estribó en sintetizar el árbol del olivo, su fruto y las hojas. Este árbol prolifera por toda la comarca bajoaragonesa, tierras hermosas donde el olivo cosecha día a día la luz del sol y la transforma en verdes únicos y paisajes que se ofrecen a nuestra mirada obligándonos a la belleza.
El olivo es un árbol de tronco corto, grueso y torcido. Su copa es ancha y ramosa alcanzando cuatro o cinco metros de altura. Sus hojas persistentes son elípticas, puntiagudas y estrechas, su haz verde y el envés blanquecino. En el olivo de acero, por el contrario, el tronco es ancho y liso necesario para descargar el peso verticalmente; mi mayor preocupación, sin embargo, se centró en el diseño de la copa, dar sensación de esfereidad con los mínimos recursos: ocho hojas que estéticamente buscaran en el espacio cerrar en un círculo el ramaje del árbol y completar con él la forma oval de la aceituna.
Árbol mediterráneo de origen oriental. Sus principales cultivadores, según cuenta la historia, fueron los fenicios, griegos y romanos. Fenicios y griegos introdujeron su cultivo en la península ibérica y actualmente España es uno de los países de mayor producción de su fruto.
La semilla del olivo que se encuentra dentro del duro hueso es muy difícil que arraigue, su cultivo se propaga por esquejes. Su flor es blanca y su fruto, la aceituna, de forma ovoide produce el valiosísimo aceite de denominación de origen del Bajo Aragón.
Según la mitología griega, la diosa Atenea regaló el olivo a los atenienses. El olivo era tan esencial para la vida en Grecia que Solón en el siglo VI a.C., promulgó leyes para obligar su protección. La relación del olivo con la vida lo convirtió en símbolo de paz en el mundo romano, las treguas en las batallas se firmaban con la entrega de una rama de este árbol tan apreciado. También en el Génesis bíblico, tras el diluvio universal, señala a una rama de olivo portada por una paloma como símbolo de la retirada de las aguas y del restablecimiento de la armonía entre lo humano y lo divino.
Este árbol cargado de historia y mitos crece y evoca en el Bajo Aragón su arraigo y regeneración.
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