Concud es un pueblo muy cercano a la ciudad de Teruel, con alrededor de 200 habitantes. Está situado en un pequeño valle formado por el río La Madre, entre huertas y cereales. En la celebración de su semana cultural hemos participado de forma puntual la Asociación de Acuarelistas de Teruel, desplazándonos por sus calles para recolectar los colores del día y usarlos y fundirlos sobre el blanco papel en toda su variedad.
Mi colaboración se limitó a realizar una acuarela en directo ante un público atento y de todas las edades, explicando, paso a paso, el proceso. El tema escogido en esta ocasión fue de un rostro en primerísimo plano de una mujer anciana. Un retrato que intentó ilustrar la intensidad emotiva de un poema de Eloy Sánchez Rosillo titulado «Haber vivido» de su libro Sueño del Origen.
He aquí el poema:
Haber vivido en este mundo hermoso
inspira confianza. ¿Quién que tenga
cierta experiencia del vivir dirá
que todo fue engaño? Si escuchaste
al jilguero cantar cuando eras niño,
si has tocado la luz, si conociste
el amor y el dolor, viste la luna,
te dio su sombra un árbol, caminaste
solo o con alguien junto al mar o un río,
sabes de sobra que es verdad la vida
y que somos misterio, que es misterio
cuanto ha existido, o es, o existirá.
También, que aquí te encuentras y que un día
-un día milagroso como todos-
digan que te has marchado y aún se escucha
tu canción a lo lejos.
Al visitar este pueblo, inevitablemente, tienes la sensación de recorrer los distintos pueblos de esta provincia. Lo primero que se descubre en todos ellos es que sus habitantes en su mayoría son ancianos. Más de un 60% de la población en esta provincia es mayor de 65 años. Es difícil ver correr y jugar por sus calles a niños y jóvenes fuera del tiempo estival.
Muchas poblaciones tienen sus escuelas cerradas por falta de escolares, y a los pocos pueblos que restan condenamos a sus niños a salir de sus casas y su entorno de juego para escolarizarlos en núcleos más poblados, centralizando así la comarca. Nunca pensamos que probablemente un niño a quien desde la infancia hemos acostumbrado a salir de su casa, adquirirá la tendencia, en edad adulta, a no volver a ella.
Al mirar estos rostros de ancianos percibo en ellos el dolor de la despoblación. si les preguntas por los motivos, sus ojos contestan sin palabras: soledad, hijos emigrados y tierras sin recurso, empleo e inversiones.
Esas miradas dicen sin adjetivos que solo queda llegar al final. Ves, en ellos, la muerte de una provincia condenada a nada. Hablan de un pasado donde casi todos vivían del trabajo del campo. Estos ojos expresan su preocupación por el abandono, falta de inversión y apoyos para evitar la acelerada sangría de la despoblación. Actualmente solo un 5 % en España vive de la agricultura.
Paradójicamente nuestra naturaleza turolense, inmensamente bella, con su despoblación nos recuerda a ese Universo en evolución sin finalidad que en su expansión produce y destruye estrellas y galaxias, mientras agujeros negros devoran la luz.
Estos ojos que nos miran y en los que tenemos la obligación de reflejarnos comunican su desánimo ante este proceso devorador de abandono. Solo resta la convivencia y compañía de esos otros vecinos que mutuamente se ofrecen comprensión, afectos y recuerdos. Esas miradas nada pasivas contienen historia y sabiduría: piensan en silencio. Su mirar es también re-visión y pre-visión. Ciegos de palabras, porque su voz nadie la escucha, pre-ven con el corazón un futuro imaginario: anhelan vivir de nuevo rodeados de hijos con trabajo, tener abiertas las escuelas revoloteando los niños, desean sencillamente un retorno definitivo a la vida.
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