La línea es invariable en el tiempo. Un simple trazo ajeno a la luz y la sombra. El dibujo tiene carácter de principio inalterable en su aprendizaje en todas las épocas y escuelas. La mano aprende a obedecer al ojo. La mirada juega y se pasea por el litoral de la forma. La mano resume e integra en una sola huella el ir y venir sucesivo de nuestros ojos. Éstos dirigen a la mano en su labor de precisión. La mano dibuja y los ojos guían.
La mano en su quehacer, por voluntad, decisión o por falta de atención, todo es posible, también elabora correcciones y modificaciones que la acercan a la intención original: a lo que la mirada plantea. La mano no es el ojo, por eso libremente improvisa, juega, analiza y sintetiza lo que la mirada ve en bloque. La mano omite detalles, sugiere o destaca.
El lápiz al deslizarse por el papel deja una traza limpia. Marginar una figura sugiriendo un volumen con una sola línea es abusar de la economía de medios, es llegar al menos es más que proclamara Mies van der Rohe. Lo que se ve depende del nivel de atención del observador.
El dibujo puede considerarse como la primera muestra gráfica de cualquier proceso plástico. Bocetos, apuntes o garabatos contienen en síntesis el germen o idea de una obra.
Me seducen los dibujos limpios, puros y esquemáticos. Artistas como David Hockney, Ronald B. Kitaj, Picasso y un largo etcétera, son lecciones para cualquier mirada. Personalmente, a finales del siglo XX, me atrajo el artista Tom Wesselmann. Este pintor llegó a la pintura después de dibujar tiras cómicas. Dibujo y cómic dieron paso a uno de los más grandes pintores americanos. Tom Wesselmann nació en 1931 en Cincinnati (Ohio) y a partir de 1959 comienza a desarrollar sus collages e incluir en ellos sus desnudos. En 1961 nace la serie titulada Gran desnudo americano , desnudos llenos de un erotismo monumental y limpios.
Lo que realmente me impresionó, emocionó y motivó de su obra fueron sus dibujos en acero cortado a mano. Tom Wesselmann renueva constantemente el concepto de collages y sus sólidos dibujos coloreados destacan entre semisombras del fondo blanco de la pared.
Un poeta español, Jaime Siles, de gran coherencia simbólica, define en su poema Grafema esta fusión de línea y fondo:
El dibujo sonoro de la línea
es anterior al tiempo de lo blanco.
El tiempo de la línea
–como el espacio y el ritmo de la página-
es anterior al ritmo del color.
El espacio y el tiempo de la línea
son interiores al blanco de la página.
Cuerpo textuado, la escritura
es un ritmo de espacios de color:
de blanco sobre negro,
de negro sobre blanco
en el espacio en blanco de la línea,
en el espacio en blanco de la página,
en el espacio en blanco del color.
La escritura es un ritmo anterior a ese cuerpo,
interior a ese espacio.
La escritura del negro sobre el blanco
sólo conoce un signo:
el invisible blanco
del color.
Influido por los trabajos de Tom Wesselmann, inicié en el año 1999 una serie de dibujos en hierro. Desnudos encerrados con un margen de formato 112 x 76 cm que me permitían visualizarlos como hojas de papel. La forma limpia de dibujar tomaba solidez al tiempo que se despojaba de elementos innecesarios. Líneas sinuosas buscaban sentido y rigor de composición.
Líneas que potencian un fondo y, a su vez, éste otorga consistencia visual a la línea. Representación, símbolo y signo unidos con ligeros puntos de soldadura. Desnudos, horizontes, mar y vegetación materializados con varillas dobladas caprichosamente buscando una emoción. En estos dibujos en forja intenté no herir la expontaneidad de los apuntes originales, procuré que el hierro al doblegarse manifestara lo grácil de las formas. Ante todo, dibujar es sentir.
Compartir en