Nunca pensaba alcanzar la cifra de 800 fruslerías al cava. El juego me ha llevado a ello. Tanto tiempo dando nuevas formas a los bozales que represan el impulso burbujeante, que siento cuando están en mis manos los nudos y retorcimientos de los sarmientos de la vid. Extendidos todos estos pequeños juegos de formas en su conjunto, recuerdan al impacto simétrico de las cepas que bajo el sol crían el cava.
Dos veces han sido expuestos estos alambres: la primera en el Taller Cocina de Teruel y, la segunda, con motivo de la celebración de la XXXIII jornadas culturales, en Ballobar, hermoso pueblo del Bajo Cinca donde se creó el primer germen de esta colección.
Silencio, recogimiento y vuelto hacia mi mismo para sentir el tacto que el alambre entrega y buscar con ese ofrecimiento rimas de simetrías espaciales.
Con ocasión de las 666 fruslerías edité un pequeño catálogo explicando el proceso de este extraño juego con la colaboración de dos buenos amigos. Fotografías de las últimas mini-esculturas ilustran de nuevo esos textos. Las fruslerías en su conjunto imita la variedad y diversidad de la naturaleza.
Antonio Losantos con dos sonetos alejandrinos bajo el título de «Díptico del alambre» se acerco poeticamente a este material desvalorado.
DÍPTICO DEL ALAMBRE
I
Mira el abecedario: compendia cuanto sabes,
toda la sangre fluye en una sola herida,
mira cómo el amor alimenta la vida
pues una sola llave guarda todas las llaves.
Los trazos del alambre de la misma manera
multiplican sus ecos y la voz es la misma,
en los múltiples ecos el artista se abisma
y rueda sin remedio como rueda una esfera.
Se despereza el genio en imágenes vivas
convidando a su mesa talento y maestría;
la humildad del alambre esconde una alegría
que a la austera materia da formas sucesivas,
Se oculta misterioso en estas esculturas
el platónico don de las líneas más puras.
II
Allí está el desbocado cabello de las olas,
allí la sabia urdimbre de las mágicas flores,
el paciente reloj, los lentos caracoles,
las arpas elegantes, las cansadas tumbonas.
Allí trepa el gimnasta por finos arabescos
y el péndulo del tiempo dibuja un laberinto
que lleva hasta las bocas que muerden con ahínco
las frutas prohibidas dormidas en los cestos.
Hay elipses y ruedas de coche y bicicleta
y dardos que persiguen la virtud de la diana,
son insectos y toros y saltarinas ranas
por vallas, trampolines, ocultas escaleras.
El sinvivir acecha y al fin un violonchelo
te acuna el corazón de asombrado silencio.
Con una mirada lúcida el escritor Joaquín Voltes analizó estas fruslerías con voz de amigo:
Mi amigo Pascual es alquimista, no sólo porque, como los merlines y otros magos, busca afanosamente la quintaesencia, sino porque, a diferencia de todos los que fracasaron en su vano empeño, Pascual la encuentra, y no una vez, sino seiscientas sesenta y seis veces, y no la encuentra en la combinación de materiales preciosos, sino casi desde la nada, del vacío hace forma, una forma que habla, que dice, que es.
Ejemplo de ello es su minucioso trabajo con las tenacillas hasta hacer emerger del alambre que refrena el espumoso elemento esta colección que puede llegar a ser infinita de representaciones que son realidades, mutaciones obtenidas desde un punto de partida voluntariamente limitado, siempre el mismo inicio del alambre retorcido. Podríamos llamar alambricado a ese alambre que hace pasar Pascual por su alambique, y que le obliga a emplear todos los sentidos en obtener una forma diferente de las anteriores.
Todas ellas tienen realidad propia y son Pascual al mismo tiempo. Él las llama fruslerías, pero cada una de ellas es un feliz hallazgo, una troballa, pequeñas joyas que no se encontraban debajo de la superficie, sino que las ha hecho florecer desde un más allá que pudiera en realidad encontrarse delante de nuestros ojos, pero sólo accesible para los privilegiados con visión nocturna, periférica o lincea. Pascual las tiene todas y, generoso, comparte con nosotros sus descubrimientos.
Personalmente comenté el desarrollo de este juego describiendo la manipulación de la forma prefabricada de los bozales.
Armonía y simetría se amalgaman, se enredan, se complementan y se destruyen desembocando en espacios lineales y volúmenes caprichosos. Al estirar, curvar, alisar, retorcer y plegar este frágil material totalmente despreciado, concedo a cada obra en solitario y a toda la colección en estado creciente el valor de la imaginación. Me gusta pensar que esta multiplicación de formas derivadas de los bozales transmite a la mirada del espectador el encanto y la belleza de la materia en su maleabilidad. Le ofrece a su espíritu la búsqueda de un precario equilibrio y a su inteligencia, una posible definición de la realidad como armonía en continuo cambio.
Me gusto mucho tu exposicion de Ballobar,me maravillo tu idea,tu imaginacion,tu habilidad…pase un rato estupendo,gracias.Unos dias despues recogi uno de esos «bozales» que como era verde guarde po si un dia te lo podia dar.
De paso te digo que mi nieta Alejandra vino muy contenta del cole con la escltura que hizo contigo.U saludo y felicidades por toda tu obra.
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