Si observamos el bozal de una botella de cava desde un punto de vista geométrico, intuimos sus simetrías. Contemplando su planta vemos que girándola 90 grados permanece siendo la misma. El bozal así dibujado, concebido y expresado puede sufrir transformaciones permaneciendo invariable. En esta visión del curioso alambre existen simetrías de traslación, rotación y reflexión. Espacialmente el bozal también las posee.
Su estructura compuesta de dos circunferencias de alambre de 5 y 2,5 cm de diámetro y cuatro rectas de 3,5 cm de altura unidas a la curva menor, permiten simetrías de traslación, rotación y reflexión.
El juego iniciado hace unos años con los bozales del cava partió del conocimiento de tener en las manos un elemento simétrico. Pero manipular no tiene nada que ver con una transformación geométrica; manipular es retorcer, curvar, buscar y mantener a la vez cierto nivel de simetría.
Los trabajos realizados al conjugar estos verbos de acción con las manos han generado un vocabulario de bozales completando un diccionario con mil y una mini- esculturas de fino alambre.
Mil y un juegos y formas surgidas de la imaginación. En este diccionario visual se pueden buscar imágenes caprichosas que parten de un origen común, reiterativas en su comienza pero distintas en su final. Este alfabeto peculiar restringido a dos circunferencias y cuatro rectas dóciles ha dado de sí hasta las 1001 formas que siento al contemplarlas muy semejantes a las múltiples burbujas explosivas de alegría contenidas en las botellas de cava.
Al descorchar una botella el bozal, que represa el empuje del licor, una vez en las manos, recuerda por su forma redonda y cerrada a un mandala. Desde su centro se visualizan ruedas, cruces, flores…Las cuatro líneas que unen las circunferencias tanto simbolizan origen de unidad como la división y organización del espacio. Un bozal se transforma en las manos en un arquetipo geométrico lleno de energía.
Pensamientos, azar y mirada pactan su tensión. Sin perder el sentido de unidad el pensamiento reclama reconciliación de opuestos, el azar gusto de movimientos inestables y la mirada la estabilidad de la belleza.
Mandala en sánscrito significa círculo con sentido de integración. Un racimo de uvas es la integración de un buen manojo de esferas frutales. La vid, lejana a la esfera, crece con formas angulosas y retorcidas. Estas mini-esculturas recuerdan por su constitución a las uvas y la vid.
Expuestas en su conjunto semejan a miles de sarmientos plantados en campos de posibilidad. La semilla que me ha llevado a esta labor contiene las mismas dosis de reto y juego. Retos de nuevas formas y juegos de azar y simetrías. Con el número de manipulaciones creados siento la felicidad de un trabajo cumplido.
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